Editorial
Este fin de semana fuimos testigos, a través de algunos medios de comunicación y redes sociales, de manifestaciones de algunos cientos de cubanos que protestaron en distintas ciudades del país en contra del manejo de la pandemia y de la crisis económica que vive la isla. También fuimos testigos de multitudes de cubanos que salieron a respaldar el gobierno de Díaz-Canel y el legado de la revolución y sus héroes, y por último, al mismo presidente defendiendo en persona y conversando con los manifestantes en las plazas públicas la gestión del gobierno popular, llamando a su defensa y exigiendo el cese del bloqueo económico de Estados Unidos, principal causante de la grave crisis en la que está sumida la mayor de las Antillas.
En este contexto, quienes sentimos simpatía por los proyectos de liberación y justicia para las clases populares en Nuestra América y en todos los lugares del planeta, debemos exigir sin medias tintas el cese definitivo al bloqueo económico contra la isla, y defender con ahínco los logros de un proceso político revolucionario que ha mejorado la vida de millones de personas, a lo largo de varias generaciones, y ha entregado esperanza a quienes aspiran a construir una sociedad distinta, una sociedad mejor, mucho más allá, incluso de los bordes costeros de su país.
Recordemos que la revolución triunfante del 1° de enero de 1959, logró derrocar una dictadura respaldada por Estados Unidos, con el pueblo movilizado, liberándose de décadas en que los empresarios de ese país hacían y deshacían con su tierra y población. El Movimiento 26 de Julio no solamente logró liderar al pueblo hacia la recuperación del poder, sino que cimentó un proceso que llevaría, en pocos años, a recuperar para el pueblo los recursos, las empresas básicas y estratégicas, instaurar una economía socialista, superar el analfabetismo, dejar atrás la desnutrición y transformarse en un símbolo de paz, solidaridad y ejemplo para el mundo entero, exportando médicos y misiones humanitarias al resto del globo. Cometió errores, sí, como la discriminación a las comunidades y diversidad sexual durante los primeros lustros; no obstante, reconoció las faltas desde los 80 y avanzó políticamente para enmendar rumbo.
Y es que se necesitan más gobiernos así, populares, que no tengan miedo a enfrentarse a las grandes potencias capitalistas para entregar real bienestar, equidad y felicidad a su población.
Sin embargo, desde la otra vereda, Estados Unidos mantiene férreamente el bloqueo económico iniciado en 1960, recrudeciéndose más aún con la administración Trump. Estas violentas medidas repercuten gravemente en la población, derivando directa o indirectamente en la afectación de sus derechos como seres humanos. Por ejemplo, en lo que va de año, han sido cuatro las empresas norteamericanas que, gracias al embargo, no han podido vender a Cuba sus ventiladores mecánicos, esenciales para combatir los complejos síntomas del Covid-19. En 2020, Donald Trump prohibió que se enviara dinero desde su país a Cuba, para paliar las complicadas situaciones familiares. Finalmente, las vacunas cubanas han ido más lento de lo esperado, pues tienen problemas en la compra de jeringas y otros insumos básicos para su desarrollo y aplicación, aunque, a pesar de ello, lograron sacar adelante la tercera vacuna más potente contra el virus, Abdala.
No es por nada que las calles de distintas ciudades cubanas se llenaran de población respaldando al gobierno popular. Los gritos y arengas “Esta calle es de Fidel”, “Viva la Revolución Cubana”, “Hasta la victoria, siempre”, se multiplicaron, como símbolo de que hay un pueblo vivo, que está consciente y está dispuesta a continuar la senda abierta en 1959. El gobierno popular continúa firme.
Fin al embargo económico contra cuba, larga vida al pueblo cubano y al gobierno popular.