Por Movimiento Dignidad Popular y Convergencia 2 de Abril
El 4 de septiembre de 1970 se materializa la victoria más importante del Movimiento Popular chileno en su historia. La victoria electoral de la Unidad Popular, con Salvador Allende a la cabeza, no es sino, el desenlace de décadas de acumulación de fuerza popular, que, si bien a través de la historia experimentó los avances y retrocesos propios de la lucha de clases, termina generando un programa de unidad con amplio apoyo popular.
Sin temor a exagerar, dicho programa recogió las aspiraciones y sueños de millones de trabajadores y trabajadoras, del Pueblo en general; desde quienes trabajaron de sol a sol en las salitreras del Norte grande y en las minas del Carbón, hasta quienes sembraron los alimentos en el campo bajo el yugo del patrón. Pueblos indígenas, la mujer popular, los niños y niñas por fin veían sus esperanzas depositadas en un Gobierno dispuesto a transformar la sociedad capitalista que por largos años solo benefició a una minoría privilegiada.
Desde una perspectiva política partidaria, la Unidad Popular logró reunir a la mayoría de los Partidos de la izquierda chilena. Logro nada menor y que permite, sin duda, la victoria electoral de aquel 4 de septiembre. Esta victoria trasciende hasta la actualidad. ¡Por fin los explotados/as y oprimidos/as eran Gobierno!
La ejecución del programa no se hizo esperar. La construcción de un Estado popular y una economía planificada, sumado a la expropiación de todas aquellas empresas consideradas estratégicas para la economía del país, más la profundización de la Reforma Agraria, entre otras medidas, marcaron la ofensiva de la “Vía chilena al Socialismo” en sus primeros momentos.
El proceso que se abre luego del 4 de septiembre de 1970 es sin duda la máxima expresión de organización y lucha popular en la historia de Chile. La reacción de la burguesía, luego del shock inicial, ya en 1972 comenzaba a organizarse con mayor fuerza, la traición por otro lado ya se iba configurando.
La lucha de clases se agudizó como nunca antes, y la respuesta no tardó, dando paso a los denominados gérmenes de Poder Popular: los trabajadores y trabajadoras y el Pueblo en general estaban haciendo su propia Historia, e incluso exigieron ir más rápido que la legalidad burguesa. “La lucha da, lo que la ley niega” dando paso manifestaciones inéditas de asociatividad rebelde: los Cordones Industriales, los Comandos Populares, las Juntas de abastecimiento y control de precios (JAP), las tomas de fundos más allá de lo regulado por la Reforma Agraria, etc. La organización en los centros de estudio, de trabajo, y en las poblaciones, así como en el campo y ciudad, hacían que el Socialismo ya no fuera solo una consigna, nuestro Pueblo lo construía día a día. No obstante, la burguesía logró rearticularse y actuar como clase.
Ante esto, podemos extraer hoy, en la comodidad de la distancia de 5 décadas, múltiples lecciones de lo que fueron los “mil días que estremecieron al mundo”. Quizá una de las más relevantes para nuestro presente sea que, ante el despliegue de la contraofensiva de la clase dominante en una situación revolucionaria, no cabe hacerse ilusiones respecto a sus credenciales democráticas, y por ello, a que el conflicto se dirima a través de los marcos de la institucionalidad. Y con ello, que el triunfo de la revolución está ligado profundamente con el desmantelamiento de la reacción y la multiplicación de la organización popular. La lección de que la clase dominante tiene una relación únicamente instrumental con la democracia costó muy cara a nuestro pueblo y debemos apropiarnos de ella para no revivirla jamás.
El momento histórico que nos ha correspondido vivir, pide lo mejor de cada uno de nosotros/as, aprender de los aciertos y errores, para avanzar decididamente en la reconstrucción del “Gigante Popular” que luchó por una nueva sociedad. La reconstrucción de Movimiento Popular, como tarea principal de nuestro momento histórico, es lo que debe marcar nuestros esfuerzos; y así como hace 50 años el Pueblo pudo cantar victoria, hoy nuestro deber, como pueblo militante, es ser un aporte en la construcción de una alternativa anticapitalista y antipatriarcal que continúe la lucha por el Socialismo.
El periodo abierto el 18 de octubre nos invita a la elaboración programática que permita dotar de contenido a las luchas futuras, y a la vez, la configuración sustantiva del Socialismo como única manera de superar la precarización de nuestras vidas.
¡El futuro sigue siendo Socialista!
¡A seguir construyendo Movimiento Popular!