Por José Manuel Vega*
Sin duda hoy la sociedad se mueve a ritmos acelerados. La instantaneidad pareciera ser cada vez más instantánea y la velocidad cada vez más veloz.
Desde que los seres humanos existen sobre este planeta, han tenido la posibilidad – o la capacidad – de ir generando nuevos artefactos que le ayudaron en su desarrollo como humanidad y en su estructuración como sociedad. Así, el uso y el control del fuego, la invención de la rueda y el trabajo de armas de caza y herramientas, favorecieron de una u otra manera el crecimiento de la población, el mejoramiento de la dieta alimenticia y el término de la inercia y el carácter estacionario de los grupos humanos. Las tecnologías, desde otro punto de vista, facilitaron el movimiento y la expansión.
Con el avance de los milenios, entonces, los seres humanos se fueron desperdigando por el globo terráqueo, se movieron por el mundo y fueron levantando las primeras civilizaciones. De allí en más, la invención de nuevas tecnologías fue acelerando los procesos de expansión económica y, en todo sentido, los cambios sucediéronse cada vez más rápido.
La tecnología se convirtió en sinónimo de movimiento. La tecnología se convirtió en sinónimo de aceleración histórica.
En unos cuantos milenios se levantaron y cayeron civilizaciones completas, hasta llegar a nuestros días, rondando los años 2000. Hoy, antecedidos por un puñado de siglos locos, creativos y frenéticos, vemos nuevas tecnologías que han conseguido alargar nuestras vidas, acortar distancias hasta su desaparición y generar seres vivos en pipetas de cristal. Hoy, a no más de unas cuantas décadas del primer mensaje instantáneo, hijo de la inmediatez, podemos decir que tenemos toda la información en nuestras manos.
Pero… ¿puede todo convertirse en nada? Por allí la sabiduría popular nos dice que ´quien mucho abarca poco aprieta´. Los árboles no dejan ver el bosque, pueden decir otros.
Hay tanta información, tanta generación de datos, tanto contenido, que fácilmente nos puede absorber y perder el sentido y la noción de realidad. Existen tantas aplicaciones, inventos, para distraernos, para descentrarnos, para entretenernos, que fácilmente nos saltamos la información y el conocimiento acumulado por nuestra humanidad en tantos milenios, para sumergirnos en el ocio, en la evasión de un sistema que nos agobia, en el mero divertimento.
Y los dispositivos siguen allí, frente a nuestros ojos.
Y las nuevas generaciones son las más sensibles a tanto estímulo, a la novedad, al entretenimiento. ¿Y quién no se rinde ante el color, el ruido, el movimiento? Y los dispositivos seguirán allí, frente a nuestros ojos, distrayéndonos del acontecimiento de la sociabilidad, el suceso humano de la piel, el tacto y las miradas. Y en conjunto con el acontecimiento de la sociabilidad, la posibilidad de crear y transmitir conocimiento.
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Pero no todo está perdido. Los dispositivos seguirán allí, y nosotros seguiremos aquí, y quienes quieran aprovecharlas están allí.
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¿Y dónde quedó la enseñanza y el aprendizaje? ¿Dónde los métodos milenarios de traspaso del conocimiento acumulado? No creo que todo sea inventar la rueda.
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Por generaciones de generaciones han existido maestras y maestros, seres humanos que gustan de la interacción, que gozan con la transmisión de conocimientos, que quieren entregar un poquito de sí a las nuevas oleadas venideras, a los hijos de los hijos, porque las personas son personas y seguirán avanzando en un mundo que seguirá avanzando, y hay seres humanos que quieren dejar un poquito de sí para que en un mundo futuro las personas sean felices y el mundo distinto.
Y los maestros no son monolitos. Son personas de carne y hueso, que cambian y cambian con los tiempos y los nuevos vientos, y aprenden de las jóvenes y enseñan a los jóvenes. Y así como todo es dialéctico, en el movimiento también las maestras y los maestros aprenden de los jóvenes nuevos códigos y nuevos esquemas de comunicación. Y como los dispositivos están allí y seguirán estando, los maestros deben aprovecharlos, aprendeherlos y hacer de ellos un instrumento difusor. Utilizaros para difundir todo aquello que se pueda, para que las nuevas generaciones, que pasan cada vez más en el submundo virtual que en el inmediato, logren encontrar mientras bucean entre aplicaciones y juegos de vídeo, algo de la historia de Mesopotamia, de las antiguas runas mayas o alguna oda de Píndaro.
La tecnología llegó para quedarse, y está a disposición de quien la quiera utilizar y hacer buen uso de ella. Usémosla, pues, para el bien: vayamos generando apps de poesía, watpads de historia y teoría del arte, softwares para que las y los pequeños aprendan a sumar más rápidamente y cortometrajes animados que enseñen ecología y funcionamiento del cuerpo humano. Si la vida te da limones, hagamos limonada, y que nuestro conocimiento milenario no se pierda en baúles empolvados.
*Militante de Convergencia 2 de Abril