Abril 2020
MOVIMIENTO DIGNIDAD POPULAR
Tras la aparición de un evento que paraliza a gran parte del mundo y sume en el pánico y el miedo a millones de habitantes “justo a tiempo”, en un momento en que muchos países hacían aguas por las protestas antineoliberales y se anunciaba cada vez más fuertemente una crisis económica mundial, en plena disputa comercial de EE.UU y China, en el frente económico, y entre EE.UU/OTAN vs Rusia, en el plano militar y geopolítico, la posibilidad de manipulación mediática de este evento parecía probable. Sin embargo, el SARS CoV-2 comenzó a mostrarse una amenaza real para el mundo cuando se observó una expansión veloz y masiva desde su inicio en Wuhan, China.
Un estudio de la Universidad de Hong Kong del 20071, preveía la posibilidad de aparición de una pandemia en China. En dicha investigación, se concluyó que “los coronavirus son bien conocidos por sufrir recombinación genética, lo que puede conducir a nuevos genotipos y brotes. La presencia de una gran reserva de virus similares al SARS-CoV en murciélagos de herradura, junto con la cultura de comer mamíferos exóticos en el sur de China, es una bomba de tiempo. La posibilidad de la reaparición del SARS y otros virus nuevos de animales o laboratorios y, por lo tanto, la necesidad de preparación no debe ignorarse”. De tal modo, este paper predecía el surgimiento “espontáneo” y previsible de esta pandemia, lo que –en todo caso– no da certezas, pero hace más probable esta alternativa.
Por otra parte, en relación a la teoría de la modificación intencional del virus en algún laboratorio, en un artículo publicado en la revista Nature Medicine2, citado para refutar dicha teoría, se concluye lo siguiente: “aunque la evidencia muestra que el SARS-CoV-2 no es un virus manipulado a propósito, actualmente es imposible probar o refutar las otras teorías de su origen descritas aquí. Sin embargo, dado que observamos todas las características notables de SARS-CoV- 2, incluida la RBD [dominio de unión a receptor] optimizada y el sitio de escisión polibásica, en coronavirus relacionados en la naturaleza, no creemos que ningún tipo de escenario de participación de algún laboratorio sea plausible”. Se agrega, además, que de haber sido creado por manipulación genética, tendrían que haber usado alguno de los sistemas disponibles de genética reversa para beta-coronavirus, algo que no se detectó3.
Como vemos, no hay certezas reales sino probabilidades científicas que –hasta aquí– apuntan a una falta de evidencia de que esta pandemia haya sido un arma biológica introducida en China o creada por el propio gobierno chino. Sin embargo, puesto que conocemos el actuar muchas veces macabro de las grandes potencias (especialmente de EE.UU.)4, es difícil descartar de plano su
intervención y que, como en muchas ocasiones, ésta salga a la luz muchos años después o quede en el secreto hasta la eternidad. Y porque sabemos, también, que existe un porcentaje elevado de publicaciones académicas/científicas que están mal realizadas o derechamente son falsas, en muchos casos financiadas subterráneamente por intereses económicos y políticos que permiten tendenciar o desviar la opinión científica hacia áreas de interés5.
A estas alturas, ya no hay duda alguna que la pandemia es real, que los efectos deletéreos sobre la población son reales, y que, por tanto, debemos resguardarnos colectivamente, sea el SARS CoV-2 una pandemia “natural”, como parecieran apuntar las investigaciones conocidas, o sea producto de un evento diseñado como arma biológica por alguna potencia u otro grupo poderoso.
PANDEMIA, AGRONEGOCIO Y VIGILANCIA SOCIAL
Este “gran enemigo silencioso” (utilizando el lenguaje bélico de moda) ha generado una situación que se ha convertido en una gran oportunidad para reconfigurar el capitalismo global en una situación de crisis orgánica cada vez más profunda que se venía desarrollando. Desde la aceptación del aislamiento, de evitar las grandes aglomeraciones (como las manifestaciones) y el hecho de que hoy en día la sociedad civil se haga parte activa del “disciplinamiento” para obedecer las indicaciones sanitarias (y que, claro está, son necesarias), permite la posibilidad de establecer una suerte de pánico persistente, de excesivo celo por el resguardo personal, la postergación de las manifestaciones colectivas (que son el único modo concreto de transformar las cosas) y el repliegue hacia un “individualismo sanitario” que impida retomar los procesos de identificación y movilización social. En relación a estos efectos, varios autores han entregado sus aportes a la reflexión.
Yuval Noah Harari6 nos dice que este evento significará un “formateo” del sistema capitalista, y que es posible realizar experimentos sociales a gran escala. Esto nos lleva a pensar que los poderosos podrán evaluar cómo responden las poblaciones a determinadas medidas, cómo responden los gobiernos locales, cuál es el efecto de esta pandemia en las dimensiones económica, institucional, social, cultural, etc. Ante esto, nos dice Harari, existen 2 opciones: vigilancia totalitaria (considerando el sistema de control social tecnológico que ha desplegado el gobierno central chino y que le ha permitido controlar de forma efectiva la pandemia) versus el empoderamiento ciudadano y la solidaridad global. En el primer caso, el riesgo es que se pueda normalizar el uso de tecnología de vigilancia masiva; que sea un sistema –demostradamente eficiente para gestionar la pandemia– capaz de legitimarse en la coyuntura como forma de gestión social habitual.
Dicha posibilidad parece menos probable, al menos, en los países que han visto surgir grandes movilizaciones sociales por mejorar sus condiciones de vida, pero podría ser una pre-condición para el surgimiento de gobiernos nacionalistas. Eso es lo que Santiago Alba Rico7 advierte: «A los años 20 del siglo pasado se entró desde una gran pandemia, la llamada gripe española, que mató millones de personas; y luego vino la crisis del 29, Weimar, el fascismo y la guerra. Aquí hemos empezado con un Weimar global, es decir, con una crisis institucional muy profunda y una
desdemocratización general, y la pandemia llega a un mundo que vive desde hace años una crisis económica y política. El peligro es que esta “catástrofe”, que nos sitúa en un marco impersonal de decadencia civilizacional (marcado por las guerras periféricas, sí, pero sobre todo por las catástrofes víricas y climáticas) alimente los regímenes autoritarios nacionalistas ya en ciernes, como ocurrió precisamente en el período de entreguerras del siglo XX».
En la misma línea mencionada por Harari, y oponiéndose al optimismo de Žižek (en relación a que esta pandemia será un golpe mortal para el capitalismo actual8), Byung-Chul Han9 piensa que ésta es una oportunidad para cerrar el modelo en una tiranía tecnológica. “El virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus nos aísla e individualiza”.
Además, Alba Rico, enfatiza la importancia de ir más allá del aspecto “médico” de la crisis, dado que éste implica un estado de excepción política, cambios de hábitos, paralización
económica y militarización del discurso. “Es imperativo desnaturalizarlo”, nos dice. Es importante que “no se fosilicen en una nueva “normalidad”, menos democrática y más tecnológica”.
Otra afirmación interesante que nos hace es: «lo que ha revelado este virus pequeñísimo es la dependencia del capitalismo de los cuerpos que el capitalismo explota y niega. La utopía capitalista por excelencia es la “superación” del ser humano. Su propia dinámica interna es la de la eliminación de todos los límites, lo que le lleva a creer -si lo tratamos como a un sujeto- que sin hombres funcionaría mejor. El coronavirus es una gran derrota simbólica del capitalismo. Pero no estoy hablando -cuidado- del fin del capitalismo, que buscará, como en otras crisis, vías de autorreforma en perjuicio de los cuerpos de los que depende».
El bombardeo permanente y masivo, desde todos los frentes, ha llevado a sumir a la población en un estado de miedo permanente a ser contagiado, con “refuerzos” constantes y a toda hora (desde los medios de comunicación, las redes sociales, hasta las mascarillas usadas por todos en la calle, que nos recuerdan que estamos en medio de un peligro invisible). De tal modo, este estado de shock tiene la potencialidad de generar poblaciones obedientes y capaces de aceptar pasivamente cualquier medida que, en otras condiciones, serían impopulares, nos dice Naomi Klein10. Y sabemos de sobra la habilidad de las clases dominantes para aprovechar la oportunidad derivada de situaciones de desastre.
Por otra parte, es interesante también mencionar que el virólogo argentino, doctor Paul Goldschmidt11, cuestiona los cálculos realizados por la OMS en base al modelo de Neil Ferguson (Imperial College de Londres) y pone el énfasis en el rol de los deficientes sistemas de salud en el enfrentamiento de una patología en el contexto del pánico colectivo. Llama la atención, además, sobre la siguiente interrogante: ¿qué pasaría si buscáramos con el mismo celo otros virus respiratorios? Muchas de las muertes por cuadros respiratorios, sin etiología reportada, podrían hacer aumentar la tasa de contagio y mortalidad de aquellos.
Para contextualizar esta afirmación, y de acuerdo siempre a cifras de la OMS, el 2018 se enfermaron cerca de 10 millones de personas por tuberculosis en todo el mundo, de las cuales 1,5
millones fallecieron a causa de esta patología. La influenza (gripe), a su vez, genera cerca de 1.000 millones de casos al año en todo el mundo, de los cuales 3 a 5 millones tienen un curso grave de la enfermedad, mientras 290.000 a 650.000 fallecen por dicha causa. También el 2018, se estimaron 228 millones de casos de malaria en todo el mundo (más concentrados en África), de las cuales
405.000 fallecieron. Cifras tremendas, pero que suelen concentrarse en países del tercer mundo, por lo que pareciera que no tienen la misma importancia para los medios occidentales. El SARS CoV-2, al 11 de abril, lleva 1.657.755 casos confirmados y un total de 102.726 muertes. Ahora, la diferencia con las enfermedades mencionadas radicaría en que no tenemos vacuna ni inmunización natural para esta enfermedad, lo que podría incrementar el daño en la población.
Goldschmidt también menciona un dato interesante que explica la alta mortalidad en Lombardia, Italia. En dicha localidad, existe una alta exposición ambiental a amianto por las fábricas de fibrocemento, operativas hasta 1992, con elevado número de muertes por mesotelioma (cáncer) maligno de pulmón, sin contar el daño crónico no cancerígeno. Esto – además de la edad avanzada– podría hacer más susceptibles a desarrollar una forma grave en caso de enfermedades respiratorias y explicaría la elevada tasa de mortalidad del SARS CoV-2 que se ha observado en dicha región12.
Pero la dimensión de este problema no es solo “técnico-médica”. Rob Wallace13, plantea la siguiente hipótesis: “cualquiera que pretenda comprender por qué los virus se están volviendo más peligrosos debe investigar el modelo industrial de agricultura y, más específicamente, la producción ganadera”14. De acuerdo a Wallace, la deforestación y ruptura de ecosistemas por la industria agropecuaria ha liberado enfermedades que previamente estaban confinadas en lugares aislados. Asimismo, la expansión de monocultivos de animales genéticamente homogéneos
elimina cualquier “cortafuegos inmune” que frene la transmisión. Y esto, en condiciones de gran densidad poblacional e interconectividad física permite una amplia transmisión en la población humana. Junto con esto, las grandes industrias tienden a externalizar los costes de sus operaciones epidemiológicamente riesgosas (que generan gran contacto entre animales previamente separados territorialmente, así como con los trabajadores agrícolas, los consumidores y las comunidades locales), puesto que el gran interés del agronegocio es obtener ganancias millonarias sin que interese mayormente la salud pública (deslocalizando operaciones para saltar las limitaciones legislativas en sus países de origen o en aquellos que tienen mayores “trabas” legales, en el primer mundo, fundamentalmente).
El impacto de la agroindustria capitalista, a nivel mundial (incluida China), se traduce en que “a medida que la producción industrial (porcina, de aves y similares) se expande hacia el bosque primario, va presionando todos aquellos que cultivan alimentos silvestres para que se adentren más en el bosque para encontrar animales salvajes, lo que aumenta la interfaz y la propagación de nuevos patógenos, incluido el COVID-19”.
Por último, Wallace llama la atención respecto a que el riesgo mayor es el ataque de pandemias combinadas (COVID19 + gripe estacional, por ejemplo) que podrían generar complejos problemas sanitarios.
PANDEMIA, CLASES SOCIALES E IMPACTO POLÍTICO
David Harvey15, en relación al impacto económico de la pandemia, nos dirá que “las repercusiones económicas y demográficas de la difusión del virus dependen de grietas y
vulnerabilidades en el modelo económico hegemónico”, donde el desarme neoliberal de la salud pública ha sido un factor central. Además, prevé que “el efecto a largo plazo puede consistir en abreviar o diversificar las cadenas de suministro mientras nos movemos hacia formas de producción menos intensivas en trabajo (con enormes implicaciones para el empleo) y una mayor dependencia de los sistemas de producción con inteligencia artificial”. Pero las mayores vulnerabilidades están, nos dice, en otra parte: “los modos de consumismo que explotaron después de 2007–8 se han estrellado con demoledores consecuencias. Estos modos se basaban en reducir el tiempo de facturación del consumo hasta acercarlo lo más posible a cero”, siendo el turismo y la economía de encargos (“gig economy”) las más emblemáticas. De tal modo que “buena parte del modelo innovador de consumismo capitalista resulta inservible en las actuales condiciones”. Y sigue: “La forma en espiral de infinita acumulación de capital está desmoronándose hacia dentro de una parte del mundo a cualquier otra. La única cosa que puede salvarlo es un consumismo masivo financiado e inducido por los gobiernos conjurado de la nada. Esto exigirá la socialización del conjunto de la economía de los Estados Unidos, por ejemplo, pero sin llamarlo socialismo”.
Por último, Harvey nos dirá que: “La gran pregunta es: ¿cuánto durará esto? Podría durar más de un año, y cuanto más dure, mayor será la devaluación, incluida la de la fuerza de trabajo. Los niveles de desempleo se elevarán, casi con seguridad, a niveles comparables a los de los años 30, en ausencia de intervenciones masivas del Estado que tendrán que ir contra la tendencia liberal”.
Sabemos que la crisis económica, social, institucional, etc. del capitalismo en su fase neoliberal, ya estaba en curso antes de la pandemia, y que ésta se ha usado como “chivo expiatorio”. Hoy, se vaticina que –por lo bajo– atravesaremos una crisis similar a la “subprime” del 2008; otros plantean un escenario más catastrófico, comparándolo con la debacle de 1929. El impacto económico global es indudable. EE.UU., que se ha vuelto hoy el centro de la pandemia, puede llegar a ver morir cerca de 200 mil personas, con un Trump que se niega poner por sobre el interés económico/empresarial, el interés por la salud pública. Junto con su accionar de tremenda mezquindad, tratando de mantenerse a flote solo (acaparando insumos sanitarios, como mascarillas y ventiladores), el imperio está quedando cada vez más en un rincón aislado en el plano de las relaciones internacionales (a diferencia de Rusia y China).
El choque de tendencias, incluso geopolíticas, a través de cómo se enfrenta la pandemia, se ha hecho evidente. A nivel internacional, se enfrentan la estrategia del bloque Rusia-China-Cuba que enarbola la solidaridad internacional como medida de enfrentamiento de la pandemia (sin dudas la forma más adecuada de hacerse cargo de este problema global) versus la forma (no podríamos llamar “estrategia”) del “sálvate solo” que adoptó EE.UU. y la UE (con altas probabilidades de disolverse esta última). Como van las cosas, la posición rusa-china-cubana parece ser la que logrará terminar mejor posicionada en el escenario internacional.
En otras palabras, la pandemia SARS CoV-2 ha hecho emerger problemáticas estructurales a las que se deben responder urgentemente: la solidaridad y la cooperación como regla de convivencia entre las naciones, la necesidad de fortalecer los sistemas públicos de salud y situarlos en el centro de la planificación sanitaria (quedando el sistema privado, al menos, en un plano de subordinación al primero), y, dentro de lo anterior, el mejoramiento de la infraestructura, recursos (equipamiento), número de profesionales de la salud, preparación adecuada para este tipo de eventualidades, entre otras cosas. En este sentido, concordamos con Slavoj Žižek en cuanto a que «el coronavirus nos obliga a elegir entre el comunismo global [aunque en el sentido de “solidaridad global”] o la ley de la jungla».
Además, se ha hecho notoria la falsedad de la afirmación de que “la pandemia golpea a todos, sin distinción de clases”, puesto que hemos visto que –si bien cualquiera puede padecerlo– es la población trabajadora la más expuesta (como siempre), ya que debe salir a trabajar de todos modos, sin poder resguardarse, arriesgando su salud y la de su familia, para poder recibir un sueldo, al tiempo que es la más expuesta a quedar sin trabajo por el “repliegue económico” que genera el virus16. Simultáneamente, como en la mayoría de las pandemias, quien esté en peores condiciones de salud, por mala alimentación (incluido, sobrepeso y obesidad), enfermedades crónicas (que aumentan con malos hábitos alimenticios y sedentarismo), etc., más vulnerable a la enfermedad, condiciones que son más prevalentes en población empobrecida.
En definitiva, lo que pone en la palestra la grave situación que el mundo enfrenta es, en primer lugar, qué tipo de salud necesitamos para poder sobrellevar este tipo de problemas globales; y, más allá aún, bajo qué tipo de reglas societales debemos regirnos.
¿Es posible mantener sistemas de salud privatizados, (des)regulados por el mercado? ¿es posible, incluso, sobrevivir como civilización con un modelo de relaciones sociales basadas en el interés privado, en la competencia y la falta de colaboración y ayuda mutua entre poblaciones y Estados?
CHILE BAJO LA ÉGIDA EMPRESARIAL
A nivel local, el estallido social, como expresión de rabia colectiva en las calles, ha quedado en pausa. Pero la situación actual está nutriendo aún más la rabia y la fuerza social que empuja a profundos cambios en la organización política (entendida ésta como económica, social, institucional, cultural, etc.), debido a la inoperancia y mala gestión y al cada vez más burdo carácter empresarial, de clase, del gobierno.
La actual pandemia ha hecho evidente las diferencias de clase burdas en el enfrentamiento de esta pandemia. Mientras algunos (sectores medios acomodados y burguesía) pueden hacer cuarentena voluntaria sin problemas de abastecimiento, otros arrancando (incluso en helicóptero) a casas de “veraneo” o dirigiendo sus empresas desde la comodidad de sus casas, gran cantidad de trabajadores se ven obligados a acudir a sus puestos laborales, ya sea porque los empresarios no permiten dicha cuarentena, ya sea porque si no trabajan no ganan (en el caso de trabajadores independientes y precarizados). Resulta un privilegio, en este contexto, la posibilidad del teletrabajo (otro modo de precarizar el trabajo), que se asoma como posibilidad económica masificada de explotación.
En este contexto, y como era de esperar, el gobierno se niega a proteger a los trabajadores, aceptando la decisión empresarial de no pagar sueldos a quienes no trabajen. Sumado a esto, las AFP comenzaron a traspasar las pérdidas a los ya precarios fondos de pensiones, perdiendo los trabajadores millones de pesos de sus cuentas. Para más remate, el gobierno, manteniendo el afán de favorecer a empresas privadas, decidió pagar una millonaria cifra a Espacio Riesco para utilizarlo como centro adaptado de atención hospitalaria, en vez de recurrir al sinnúmero de instituciones accesibles como colegios y universidades. Y así, una gran cantidad de ejemplos indignantes, se han ido sucediendo.
Ante el apoyo del ejecutivo a los empresarios y la desprotección del pueblo trabajador, es previsible que la situación social se haga progresivamente más insostenible, dado que se estima en cerca de un 40% aquellos con trabajo precarizado o desprotegido (25,6% independientes; la
mayoría trabajan en la calle como vendedores ambulantes, entre otros; 10,9% trabajadores informales, que no cuentan con un contrato de trabajo; y 2,4% trabajadores por honorarios)17, que si no trabajan no ganan. Si la situación se prolonga varios meses, la catástrofe social puede ser tal que el pueblo se vea obligado a saquear locales nuevamente y se lance a las calles ante la desesperación de morir de hambre. No es algo lejano, considerando que en el sur de Italia ya existe tal problemática y ha amenazado con convertirse en una explosión social.
Junto con esto, es fundamental mencionar que las denuncias por maltratos y violencia física han aumentado considerablemente dado que el confinamiento obliga a la convivencia de mujeres con sus agresores, agudizando los problemas derivados del machismo y el patriarcado, y subrayando otra de las caras deletéreas de la actual pandemia.
La crisis económica en la que venimos entrando (y que se ha “apurado” con la actual pandemia), agudizará el sufrimiento de los sectores populares, especialmente en el Tercer Mundo, y, previsiblemente, reagudizará los conflictos de clase ya “calientes”.
En el escenario pospandemia de nuestro país, se vislumbran 2 posibles escenarios “iniciales” en nuestro país. Dado el mal manejo en términos técnicos y comunicacionales por parte de Mañalich y Piñera, y la creciente acumulación de rabia popular, es pensable una aún mayor deslegitimidad del gobierno, desencadenando el rebrote de las movilizaciones sociales. Por otra parte, de ocurrir una inusual baja tasa de mortalidad, y teniendo en cuenta el esfuerzo del gobierno en cuanto a aparecer como uno de los países que mejor ha manejado la pandemia en Latinoamérica (al punto que hasta manipulan cifras), éstos nefastos personajes podrían salir airosos reivindicando las medidas de “cuarentena progresiva” como correctas, lo que podría restar algo de apoyo, en lo inmediato, a la protesta popular.
Sin embargo, lo que lleva a la balanza inclinarse hacia la crisis social es que el sistema sanitario previsiblemente colapsará, como todos los años, pero esta vez podría ser de modo más catastrófico dado que se suma la actual pandemia a las enfermedades respiratorias habituales. No sabemos si, como el año pasado, las infecciones respiratorias habituales llegan a su peak en julio- agosto, “suavizando” la tensión sobre el sistema sanitario debido a una previsible disminución, a esas alturas, de los infectados por COVID19 (aunque se podrían generar nuevos brotes a nivel mundial y local) o si se generará una superposición de la pandemia y las infecciones respiratorias habituales, lo que generaría un colapso muchísimo más catastrófico del sistema de salud nacional ya precarizado.
Sumado a esto, la crisis económica en ciernes, golpeará fuertemente a los sectores populares, agregando a lo anterior, una olla a presión que volverá a reventar, quizás, de modo más potente que en octubre pasado.
Sin embargo, hay una variable a considerar: el miedo y el pánico, la incertidumbre y la paranoia tienden a inmovilizar más que a movilizar. Esto es lo que las grandes corporaciones y gobiernos aprovechan como oportunidad para instalar medidas impopulares en otros momentos sociales (recordando una vez más a Naomi Klein). No podemos esperar que automáticamente nosotros como pueblo reaccionemos eficientemente cambiando o presionando activamente para obtener nuestras demandas. El miedo a la muerte nuestra o de nuestros seres queridos nos detiene, nos convence de postergar para un momento más seguro cualquier tipo de protesta radical. El problema será que la “vuelta a la normalidad” no llegará. Las medidas de restricción y de distanciamiento social no desaparecerán en un par de meses, sino que se prolongarán –al
menos– durante todo el año, dado que hay altas probabilidades de segundos brotes, sumado a las infecciones respiratorias propias del invierno, que justificarán mantener las medidas sanitarias preventivas. Esta recuperación de la vida social, gradual y limitada, puede constituir un factor desmovilizador importante.
En este contexto, las fuerzas transformadoras debemos aprovechar este tiempo de distanciamiento social y cuarentena “voluntaria” para estudiar, hacer lo que no se puede cuando el activismo demanda todo el tiempo, planificar a mediano y largo plazo, pensar en cómo tejer los lazos entre colectividades hermanas. Pero también debemos levantar iniciativas orientadas a tejer redes de solidaridad o cooperativas populares que permitan el apoyo mutuo entre los pobladores, levantando:
- Redes de abastecimiento y distribución de alimentos (“comprando juntos”, recolección por donaciones y distribución hacia familias que lo requieran más, ).
- Redes sanitarias (que incluyan profesionales y técnicos de la salud que puedan orientar dudas y coordinar atenciones o referencias hacia las urgencias cuando se requiera, así como la confección y facilitación de medios de protección personal como mascarillas o escudos faciales).
- Redes de apoyo a la tercera edad, dado que es el segmento más vulnerable en términos económicos y
- Redes de apoyo jurídico, de asistencia social y de apoyo educativo.
Todas instancias que pueden ser coordinadas desde redes sociales de forma virtual y nos permiten mantener la cercanía y la solidaridad entre nosotros como pueblo.
De este modo, no debemos esperar ninguna “normalización de la vida social”, menos aún debemos guardar pacientemente la espera a que “todo pase”, sino que debemos generar organización y lazos de clase que nos permitan proyectar las transformaciones estructurales que nuestro país necesita, adaptándonos a las nuevas condiciones y sacando del miedo inmovilizador a nuestra gente.
Porque sabemos que jamás los gobiernos empresariales, los partidos neoliberales ni ninguna instancia estatal controlada por los grandes grupos económico-políticos nos darán nada, mantengamos en alto la consigna de:
¡¡¡SOLO EL PUEBLO AYUDA AL PUEBLO!!!
¡¡¡A FORTALECER EL SISTEMA DE SALUD PÚBLICA!!!
¡¡¡NO AL CAPITALISMO SALVAJE, SÍ A LA SOLIDARIDAD DE LOS PUEBLOS!!!
1 Cheng y cols, Severe Acute Respiratory Syndrome Coronavirus as an Agent of Emerging and Reemerging Infection. DOI: 10.1128/CMR.00023-07.
2 Andersen y cols, The proximal origin of SARS-CoV-2, Nature Medicine, 2020, DOI: 10.1038/s41591-020- 0820-9.
3 Si bien no es posible asegurar del todo que no exista tecnología capaz de manipular genéticamente virus u otros organismos sin dejar “huellas”.
4 Algunos ejemplos: el estudio del LSD como potencial arma, llevado a cabo por la CIA desde 1947, drogando a civiles. Entre 1946-1948, el Servicio de Salud Pública de EEUU realizó experimentos en prisioneros y personas con patologías psiquiátricas en Guatemala, a quienes se infectó deliberadamente con sífilis y gonorrea. En 1953 la armada, el ejército y la CIA realizan un estudio en el que se exponen a miles de personas en Nueva York y San Francisco a bacterias (Marcesens Serratia y Bacilus Glogigii) aerotransportadas (se conoció como Operation Sea-Spray). En 1955 la CIA libera una bacteria extraída del arsenal de guerra biológica del ejército en la Bahía de Tampa, Florida, con la idea de probar su capacidad para infectar poblaciones humanas con agentes biológicos. En 1968 la CIA inyecta químicos al agua potable en el suministro de la FDA en Washington D.C. El caso Tuskegee (1932-1972). Y así, muchos otros.
5 Para más información, ver: https://actualidad.rt.com/ciencias/175894-mitad-literatura-medica-falsa; Fung. J, The Corruption of Evidence Based Medicine — Killing for Profit, 2018 (https://medium.com/@drjasonfung/the-corruption-of-evidence-based-medicine-killing-for-profit- 41f2812b8704); Angell M., Drug Companies & Doctors: A Story of Corruption, 2009.
6 Yuval Noah Harari, The world after coronavirus, 20/03/2020, Financial Times.
7 Santiago Alba Rico, “Preferimos un enemigo con un plan que un azar desatado sobre el mundo”, 27/03/2020, La Tercera.
8 Slavoj Žižek, Coronavirus es un golpe al capitalismo al estilo de ‘Kill Bill’ y podría conducir a la reinvención del comunismo, 27/02/2020.
9 Byung-Chul Han, La emergencia viral y el mundo de mañana, 22/03/2020, El País. https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el- filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html
10 Naomi Klein, La doctrina del shock, 2007. Además, hay varias entrevistas actuales disponibles en la red donde contextualiza sus postulados en torno a la pandemia.
11 https://www.infobae.com/coronavirus/2020/03/28/para-un-prestigioso-cientifico-argentino-el-coronavirus-no-merece-que-el-planeta-este-en-un-estado-de-parate- total/?fbclid=IwAR0EbO_Wz_aegFTmiZcH_nkcdXvtpEuOQ7gIHachjWa9mDPYPwYbk9AIPkg
12 La tasa de mortalidad en China partió en 17% y bajó hasta 0,7%. En el resto de países, la tasa se reduce a 0,7%. Mientras en Italia ascendió a 8%. Sin embargo, la falta de pesquisa de casos asintomáticos y leves podría hacer descender dichas tasas. Es importante mencionar que el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) tuvo una mortalidad del 10%; la “gripe española” de 1918, 5-20%; la gripe aviar H5N1, el 60%; y el Ébola de 50 a 90%.
13 Rob Wallace, Big Farms Make Big Flu, 2016.
14 Rob Wallace, “El agronegocio está dispuesto a poner en riesgo de muerte a millones de persones”, 23/03/2020. https://www.revoprosper.org/2020/03/23/rob-wallace-biologo-el-agronegocio-esta-dispuesto- a-poner-en-riesgo-de-muerte-a-millones-de-persones/
15 Ídem.
16 David Harvey, Política anticapitalista en tiempos de COVID-19, 2020.
17 Extraído de: Fundación SOL, en base a microdatos Nueva Encuesta Nacional de Empleo, trimestre móvil octubre-diciembre 2019 (https://ciperchile.cl/2020/03/27/por-que-el-plan-economico-ante-el-covid-19-es- insuficiente-y-lo-agrava-el-dictamen-que-permite-no-pagar-remuneraciones/). En cifras de la OIT (Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo: Tendencias 2019), esta cifra llega a 40,5% en Chile.