Precarización de la vida y el quehacer militante del pueblo en crisis sanitaria y revuelta popular

Por Sergio González Pizarro
Militante Convergencia 2 de abril

Actualmente hay cinco casos de precariedad laboral, – y que devienen en familiar, sanitario, y de dignidad-, que están enfrentando hoy los chilenos. Primero, los infectados por COVID-19, los que afortunadamente al menos pueden obtener una licencia, al igual los que están en cuarentena por sospecha, aunque sabemos lo burocrático que es FONASA, el COMPIN y las cajas de compensación, además lo que signifca el sometimiento a un sistema de salud ineficiente y mercantilizado.

El segundo caso, son los que están con cuarentena voluntaria y con posibilidad de teletrabajo, y si bien, mantienen sus sueldos y condiciones básicas de cotización, seguros y salud, el hecho de enfrentarse al estrés de la organización doméstica, en la mayoría de los casos con hijos también estresados, aburridos y con necesidades de aprendizaje y recreación, en pocos metros cuadrados, sumado a la exposición de violencia machista, y con el constante miedo de no querer enfermarse porque el sistema público está preocupado de una pandemia y no de la fiebre de los hijes, es enfrentarse a todas las precariedades históricas del modelo neoliberal: mercantilización de los derechos y necesidades sociales, en desmedro de la dignidad de las personas: trabajo, vivienda, salud y educación precarizadas en un solo combo capitalista.

El tercer de los casos, son los que también están en cuarentena voluntaria u obligada por las autoridades, pero que el gobierno, tal como el dictamen de la dirección del trabajo sostiene: no se respeta el derecho al sueldo del trabajador, tampoco su vínculo laboral en el caso de que las necesidades de la empresa así lo expresen por sus ausencias al puesto de trabajo ante esta pandemia, es decir, luz verde para despedir a la gente. Por tanto, la estrategia económica de Hacienda es hacer pagar a los trabajadores la crisis, salvar a las empresas de una quiebra segura si es que pagan sueldos sin que hayan ganancias mensuales normales, obligando a la clase trabajadora, autofinanciarse sus salarios mediante los seguros de cesantía, y de esa forma, los bancos dar préstamos también, lucrando con la crisis. Además, esto evita nacionalizaciones de inversiones privadas a la baja, evitando endeudamiento extranjero, evitando a Keynnes, -o al cepalino Prebisch que promovía la industralización latinoamericana-, y evitando especialmente a Marx; evitando que las grietas neoliberales posibiliten la entrada socialista como estrategia económica y social para resolver la crisis, siquiera alguna idea liberal-social como las de Andrés Velasco deben pasar por la ventana rota del modelo chileno. La premisa es proteger al empresariado, un Estado empresarial como se venía advirtiendo desde muchos años, es el encargado de resolver la crisis sanitaria, no se puede esperar más que desvalorización de la fuerza de trabajo y resguardo del capital.

El cuarto caso son los trabajadores que siguen yendo a sus puestos de producción sin condiciones sanitarias, sometidos a aglomeraciones, y sin la posibilidad de enfrentar una crisis sanitaria a nivel social y familiar, seguramente con una carga parental multiplicada en sus casas, varios de ellos sometidos a amenazas y violencia laboral por parte de sus empleadores. En esta categoría también va la primera línea de la cadena productiva y básica ante esta crisis sanitaria, trabajadores de salud y de educación, el vendedor farmacéutico, trabajadores de la higiene civil, como los recolectores de basura y auxiliares de aseo, que deben subsanar mediante su fuerza de trabajo y creatividad humana y solidaria, la precariedad de insumos y condiciones para sobrellevar las consecuencias directas del COVID-19, ¡arriesgando sus vidas!

El quinto trabajador es el informal, el independiente, los a cargo de los independientes, los honorarios sin contrato, el comercio recreativo, gastronómico, etc., finalmente, la mayoría de la clase trabajadora. Estos trabajadores han sido por una década, el caballito de batalla del discurso económico-liberal de la clase dominante: ¡las pymes! Las que mueven el mercado, las que potencian la competencia, el mérito, la libertad, el esfuerzo, el ascenso social es posible por el EMPRENDIMIENTO. Obviamente, las empresas en Chile se van a la segura, no hay competencia, hay monopolios, son todos familiares y se coluden para aún ser más millonarios y aprovecharse del personaje clientelar consumista que se ha transformado el chileno a través de tener dos trabajos y endeudarse. Las PYMES han subsanada la flojera del burgués de invertir, innovar, competir, porque ellos mismos saben que su liberalismo es una mentira, una excusa para concentrar el capital en un pequeño grupo cada vez más hediondo y corrupto, en todos sus sentidos, disminuyendo al Estado (en el fondo la democracia y la posibilidad de cambio social) y privatizando todo. Las PYMES, son el 60% del empleo, dinamizan el comercio, garantizan mercancías, intercambio y salarios, sin inversión empresarial, escasos fondos fiscales y poca preparación educativa, obviamente cero industrialización. Pero ahora que los trabajadores del país, necesitan la mano invisible de Adam Smith para asegurarles sueldos decentes por tres o cuatro meses para poder subsistir, el Estado les da la espada y sortea bonos miserables, olvidando al caballito ideológico, guardándolo en el bolsillo.

Lo que es claro, es que los trabajadores hoy se están reconociendo como clase. Lo que antes para muchos no se percibía, no se hacía material en la enajenación que impone la inversión de la realidad capitalista que sobrepone el interés burgués en la mercancía y las relaciones de producción con base en condiciones desiguales, pero legitimando la plusvalía, jurídica, política y materialmente por el Estado y la historia, hoy se comienzan a desvanecer por la capacidad de identificarse con el otro, ante la precariedad las contradicciones se agudizan, y en este contexto, de encierro, aglomeración, y desesperación constante y permanente, hay dos certezas: esto durará al menos cuatro meses y cuando terminen esos cuatro meses la clase trabajadora tendrá ciento y un elementos para la identidad y conciencia de clase.

La revuelta popular que desató, desde el estallido social del 18O, una crisis del modelo neoliberal chileno, incluida su democracia representativa oligarca, no se ha difuminado en la crisis sanitaria. Si bien, la crisis sanitaria se superpone a la crisis del modelo neoliberal, especialmente entendida como factor internacional y transnacional del capitalismo mundial, eso no significa una separación real en lo concreto entre ambas cosas, es más, la crisis sanitaria es internacional, pero las soluciones son nacionales: una parte de la ineptitud del gobierno es por el clásico e histórico comportamiento isleño del Estado de Chile, lo que a Piñera y Mañalich no le es ajeno, creyéndose el mejor del barrio, aunque se tenga los peores números. La crisis es total, y la «cuarentena» solo juega variabilidad de acumulación intersubjetiva que expresará las reales posibilidades de salida a esta crisis de cinco meses, seguramente más radical de lo que se pensaba; es que la pandemia ha hecho al neoliberal, más neoliberal, y al trabajador, más trabajador, con las caras sin caretas y los intereses realmente declarados, la conciencia de clase, se hace más carne en el día a día. No cabe duda que la sola consigna: mi vida vale más que tus ganancias o que un sueldo, a calado hondo en el trabajador que defendía la propia privada o condenaba la violencia en el contexto de revuelta popular los últimos meses, y que hoy se ve despedido, abandonado o amenazado por los dueños de esa propiedad. Las bases del sistema capitalista se vuelven a cuestionar con su correlato directo en la realidad, es decir, la precariedad y la explotación; el cuestionamiento de los nodos ideológicos que han protegido la estructura jurídica-política que legitiman la famosa «normalidad» que los medios de comunicación y la burguesía aspiran volver, es cada vez más fortalecido por la solidaridad colectiva y la organización popular.

En ese sentido, la clase trabajadora, desde sus distintas plataformas de lucha, hoy se organiza y demanda una transformación de la manera en que la realidad se piensa y materializa. Que «la dignidad se haga costumbre» y «el violador eres tú, el Estado, el cura y la policía», no son consignas vacías, porque con el «solo el pueblo ayuda al pueblo», son parte de los nodos ideológicos sustentados en la identidad de clase y el trabajo de años de lucha, organización, fracasos, otras ganadas y avances políticos, quiebres, convergencias, pero sobre todo convicción de revolucionar a la sociedad. Es el programa del pueblo es el que está emergiendo en nuevo periodo político, en una crisis de crisis, que como sabemos es oportunidad para la revolución, como para la radicalización autoritaria del neoliberalismo. En ese contexto, hoy las RRSS juegan un papel clave, en la imposibilidad de invocar a la huelga general para desbordar las calles, la propaganda, la agitación y el debate del programa del pueblo, deben ser las grandes tareas para preparar el nuevo octubre, o el otro marzo; esta es la dimensión de lucha por excelencia y excepción a explotar actualmente en la coyuntura para el militante del pueblo; porque volveremos y seremos millones.

Cabe destacar que, el hecho de levantar demandas al estilo petitorio universitario, no debe ser interpretado como un petitoricismo, sino que como herramienta de la clase, en el estado actual de los medios de las fuerzas sociales de lucha, es decir, la extensa y densa complejidad de un programa popular no puede ser reducido en un afiche de agitación, tampoco resolverá las necesidades primarias que demanda la crisis principal en la cotidianidad que es de salud, vivienda, y fundamentalmente salarial. Es por ello que es clave demandar y articular las fuerzas de izquierda en profundizar e insistir en la presión política desde las masas: movimientos sociales, sindicatos, federaciones, territorios organizados, organizaciones políticas, asambleas, coordinadoras y agrupaciones culturales. Esa presión debe recoger las principales demandas, pero tampoco debe desenfocar el programa del pueblo en un contexto de construcción de poder constituyente para el proceso hacia una AC plurinacional, feminista y soberana, para proporcionar mejores bases para la toma del poder del Estado y la construcción de poder popular.

En definitiva, lo que se visualiza, es que es imperativo exigir al gobierno hoy en día:

1. Sueldos asegurados por el Estado para los trabajadores informales, independientes y empleados de pequeñas empresas afectadas por el comercio en contexto de cuarentena.
2. Prohibición de despidos desde el 1 de marzo y de disminución de sueldos, aunque sean de mutuo acuerdo, como tampoco no pago de salarios durante al menos cuatro meses. Que los empresarios paguen la crisis.
3. Mayores tributos a las grandes fortunas del país, para inyección directa a implementos y recursos en general de salud, priorizando para infraestructura, planificación e insumos para enfrentar la crisis sanitaria. Enfrentando la prevención, el diagnóstico, tratamiento y burocracia para resguardar derechos de salud y laborales posteriores.
4. Como segunda prioridad financiera, la estrategia económica desde abrirse a nacionalizar sectores estratégicos de la economía, apuntando directamente a la propiedad privada capitalista.
5. Generar un catastro nacional de campamentos y infraestructura ineficiente de vivienda que no aseguren la salubridad del espacio físico directo de las familias chilenas, en función de crear una campaña de hogares temporales con base en solidaridad colectiva y grandes fondos del Estado, con un proyecto a mediano plazo de acceso a la vivienda digna.
6. Congelar las cuentas domésticas y familiares básicas: luz, agua, gas, permisos de circulación, contribuciones y retención de impuestos.
7. Cuarentena Nacional-Total ahora.

Autor entrada: Convergencia Medios

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