Orden institucional, violencia y cambios sociales

Por José Manuel Vega
Militante de Convergencia 2 de Abril

Las leyes y normas funcionan para delimitar el comportamiento humano que no respeta los códigos de convivencia en sociedad. Desde la primera y más importante de ellas, la constitución política de un país, hasta cada uno de los artículos que delimitan las reglas del tránsito, los semáforos o los ceda el paso. En clave politológica, la constitución sería una ley fundamental que fija la organización política de un Estado y establece los derechos y obligaciones básicas de los ciudadanos. Pero también se le puede dar un giro más, y buscar una explicación a su quid desde la economía, desentramando significados y sentidos subyacentes al problema de la organización política.

En palabras del abogado Cristián Rodríguez, “se supone que las constituciones cristalizan (como otras cosas más) las relaciones de fuerza entre clases y el consenso de la explotación y la dominación. Se asume por las partes que una no puede dominar más duramente a la otra y la dominada no está en condiciones de salir de esa forma concreta de explotación y dominación”[1]. Por tanto, se establecerían leyes para fijar los puntos medios o consensos en los cuales realizar tal o cual acción estaría permitido por todas las partes, luego de un proceso de diálogo, debate y deliberación.

Si, de pronto, nos encontramos con sujetos y sujetas que rompen, por desacuerdo o desacato, esquemas y normas consensuadas, que hacen funcionar de modo correcto el entramado social, estaríamos ante una situación que pone en peligro la seguridad de los consensos ya establecidos. Esto, debido a que podría demostrar un camino o forma de expresión al resto de los disensos o no acuerdos que dejó tal o cual ley en el camino de las discusiones que levaran a definir dicha ley. Por tanto, el sistema se ve obligado a generar una nueva ley o norma correctiva al compendio de leyes ya existentes, con la finalidad de normar ciertas conductas que atenten contra la buena salud de los esquemas consensuados. Se deberá legislar/legitimar una nueva ley, pues si no la sana convivencia no es posible, y el funcionamiento de la sociedad corre riesgo.

 

Ahora, la problematización que necesariamente debemos hacer acá va en la dirección de la limitación de las leyes construidas, en primer lugar, en el marco de una democracia neoliberal, y, después, burguesa, en su escenario capitalista del siglo XXI. Creo, acá, que los parámetros utilizados para los consensos normativos en el último cuarto del siglo XX e inicios del XXI están concebidos en esos escenarios, sesgados, con objetivos medianamente establecidos por algunos sujetos y coartados en ciertos casos. Y lo planteo en términos del actual momento histórico por nombrar lo más cercano y atingente a nosotros, pero en múltiples momentos históricos ha sucedido de igual manera.

Y si sucede de esa manera, en que hay discusiones sesgadas, intereses predeterminados, posturas de inflexión ya adoptadas y posiciones de fuerza que se están entramando, dichas normas, luego de varios años de maduración social, dejan de ser respetadas por la sociedad en general (y normalmente por un sector en específico), ya que, en realidad, no han sido parte de un consenso social.

Sí, hay algunas leyes que son más inherentes al modo natural de organización de la estructura de pensamiento humana; pero existen otras que no, que son simplemente un modo de presión y expresión de la posición de fuerza de un segmento social por sobre otro. <>, puede ser un rótulo muy contemporáneo para colocar al cuento. Si desea, inserte el sujeto social que desee en el entrecomillado.

En aquel caso del rótulo de unas líneas más arriba, difícil será el hacer un tratado o contrato social que resulte avalado por la sociedad. Ejemplo de esos son los avales de la Carta Magna de 1980 a ciertos derechos sociales y otros no, como sucede con los recursos de protección de cierto articulado 19 en la constitución chilena.

 

Entonces, cómo logramos que las personas que habiten una nación respondan correctamente a las normas estipuladas por las cartas magnas y demás contratos sociales. Ante esto hay múltiples respuestas, como múltiples son los segmentos sociales que ordenan a la sociedad desde el punto de vista económico. Por lo menos, veo tres modos diferentes de responder ante la ley y los códigos sociales; y esas tres fórmulas devienen de la posición económica que utilizan los sujetos y sujetas.

Los ricos, la clase media, los pobres y los completamente marginados[2]. Los pobres tienen una forma de relacionarse con las leyes; la clase media, otra manera específica; y las posiciones o clases en los extremos, ricos y marginados, otra distinta, aunque con matices entre ellos.

Como dice Luis Thielemann, para mantener el orden conocido se recurre a la violencia del Estado, importando poco los administradores de turno, en los tiempos del capitalismo tardío y los intentos del neoliberalismo por mantenerse a flote. A mi juicio, si consideramos que la constitución de leyes actuales son generadas por ciertos intereses económicos, entenderemos por qué la clase media responde apegadamente a la ley: por la ley del equilibrio, con el brío de estar manteniendo la balanza en su justa medida, persiguiendo la promesa de saltar más ato, so pena de cumplir y ejecutar las labores y las normas a cabalidad, con el miedo también latente de desbaratar el naipe bien organizado; entenderemos por qué los pobres se comportan de cierta manera, trabajando aquello que el destino logró entregarles, siguiendo unas normas impuestas, con resignación de que todo seguirá igual o siempre empeorar, mas no mejorar, con deseo de dar un zarpazo de justicia, siempre complejo de ejecutar; y por último, y no menos importante, y quizás más esclarecedor, por qué los extremos actúan igual, los ricos y los marginados en absoluto, evadiendo el sistema, evadiendo las leyes, los primeros con más maquillajes que otros, pero evadiendo de igual manera. Los ricos armaron su sistema de leyes y lo impusieron, pero así como se impone se capea, se generan resquicios cumpliendo el papel de las normas iniciales: cuidar intereses. Los marginados las transgreden porque sin su transgresión no existiría realidad posible de sobrellevar para os marginados, porque con qué nivel de miseria y robo se puede cargar en los hombros la vida.     

 

La acción directa es una respuesta de los pobres al sistema cuando necesitan correr el cerco de la opresión y los diálogos y consensos no existen. Es la expresión de un malestar latente, en palabras de Carlos Huneeus. Las revueltas sociales, Rojas Pedemonte dice, existen por causas multifactoriales y relacionales, donde el contexto (político) juega un rol importante, afectando, entre otras causas, los procesos subjetivos de los sujetos. Otros autores le llaman la “Moralidad del caos”, o en otras palabras que todo arda para renacer de las cenizas como el ave fénix, o que seamos como el bosque nativo, que crece fértil desde los cadáveres de monocultivo. Es la fuerza de la entropía, ley del universo, dirán los más científicos. El caos es lo moral, es decir, la sociedad en su orden actual es inmoral, pues debemos entonces apelar a derribar dicha moralidad.

Cómo enseñar a respetar las normas, entonces.

La gran clave para enseñar a respetar las normas viene de la forma de construcción de dichas normas. Si somos una sociedad que no pretende destruirse unos a otros, o pretende seguir viviendo en sociedad y no desperdigase por los bosques (que ya no nos van quedando), es esencial que construyamos armazones concretos, reales, estructuras sólidas, sobre las cuales escribir la historia del resto de nuestras vidas, del futuro de las gentes gregarias. Enseñamos a respetar las normas cuando enseñamos a construirlas en comunidad, en respeto y no aplastando al menor, o al mayor, pero sin tanta fuerza. Una sociedad requiere paz, y la paz se construye, la paz se dialoga.

La paz se dialoga y el respeto se gana.

[1] Facebook, citado 26 de Noviembre de 2019.

[2] Acá realizo una división conceptual esquemática y simple. Diferencio pobres de marginados para consignar una case se sujetos que trabaja y cumple con ciertas normas sociales, aunque el Estado no los considere para ciertos momentos específicos, en diferenciación con aquella clase o subclase que ha resultado (casi) completamente marginada por el Estado en muchos niveles: lumpenproletariado y lumpen.

Autor entrada: Convergencia Medios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *