Testimonio de un combatiente popular de los ’90: ¡Carlos Aedo presente!

Por Benito Casablanca

El hambre de la memoria nace de la obligatoriedad de la transcendencia; trascender a la historia oficial de lo que fue la década de los 90’ en el marco del predominio de la hegemonía de un proyecto económico, que tiene su génesis en uno de los golpes de estados más cruentos vividos en Chile.

Ciertamente, la generación de los 90’ vino a sellar la derrota estratégica de la vía armada en Chile impulsada desde fines de la década de los 60’. No queremos decir con esto que se derrota el uso de la violencia de una clase contra otra, sino más bien una forma de entender el enfrentamiento y el uso de la violencia. Este tema, pensamos, da para un debate de otro tiempo, que no corresponde al tiempo que convoca estas palabras.

Las palabras que nos convocan ahora, buscan poder transmitir parte de las singularidades de la historia de la derrota; momentánea, parcial, circunstancial. Estas singularidades no son datos estadísticos, son hombres y mujeres de carne, sangre y huesos.

Nos corresponde a nosotros los que tuvimos la suerte de sobrevivir -para que esta sobrevida tenga alguna significación en las futuras generaciones- el ser los trasmisores de esa memoria, negada, vilipendiada, ocultada. La dignidad es parte de la memoria continua de nuestro pueblo, en cuanto esta dignidad implica la capacidad de la insurgencia, la cualidad de rebelión, de no sometimiento, contra un orden social injusto, inclusive en las condiciones más adversas y desiguales en el enfrentamiento técnico y material.

Es parte de la memoria continua otra -más macabra- consecuencia de la dignidad: el aniquilamiento sistemático por parte del Estado Chileno, desde su conformación como tal de los combatientes populares, el uso de la violencia por parte de este contra todos los que han propuesto un proyecto alternativo e incluso reivindicativo. Basta recordar Sta. María de Iquique (1907), La Coruña (1925), Ranquil (1934), Plaza Bulnes (1946), Pampa Irigoin (1969), Operación Colombo (1975), Vega monumental (1984), Varas Mena (1987), Apoquindo (1993), son solo algunos de los ejemplos de la memoria continua de los abatidos.

Hay una generación perdida y no es de vampiros.

La generación de los 90’ pagó un alto costo humano en la implementación de una estrategia de guerra de clase contra un estado que mantenía un alto consenso social y de proyecto de dominación impulsado desde los sectores más reaccionarios que impulsaron el golpe, incluyendo a los sectores renegados de la izquierda como el Partido Socialista, el PPD y la izquierda reformista del Partido Comunista.

Los tildaron de poco políticos, de haberse quedado en el pasado. Los cabezas de pistola de siempre pagaron con sangre, vida, cárcel, exilio, el haber mantenido en alto las banderas de la justicia social y la construcción del socialismo en Chile. Podemos señalar desde la distancia que nos da el tiempo, que no era el momento, que estaban equivocados, que el horno no estaba para bollos… Sin embargo, lo que no se puede negar son los fines, tal vez los métodos; pero nadie puede poner en duda que esa generación de combatientes populares se equivocó haciendo y no sentados en alguna oficina o centro de estudio.

Al año 2011 se contabilizó la cifra de 63 muertos en democracia, 46 de ellos no alcanzaban a cumplir los 30 años. Desde trabajadores, militantes de izquierda, comuneros mapuches, los señalamos porque pensamos que, si bien hablamos de la generación del 90, las periodizaciones históricas nunca son lineales ni tienen cortes abruptos, siempre sobreviven retazos o segmentos del periodo anterior. Es por eso que la reivindicación del abatido que hacemos corresponde a Carlos Aedo Videla Muerto el 10 de junio del 2005 en una recuperación financiera en Machalí.

Queremos señalar la vulgaridad de sus vidas: fueron hijos, hermanos, pololos, compañeros… les gustó el vino, el mariscal, tuvieron pena, miedo, alegría; las compañeras soñando con ser madres, los compañeros con ser padres. Lo único no vulgar en ellos fue el amar tanto a su pueblo, a su clase, y poner el pellejo de por medio, esa rara clase de hombres como decía Hennry Miller: “lo que diferencia a la mayoría de los hombres de unos pocos es su incapacidad para de actuar acorde a su pensamiento”.

¿Por qué hablamos del abatido? Porque ninguno de ellos según el discurso hegemónico fue asesinado. Tal como señalan Claudio Lagos y Cristian Cabalin en su artículo “La comunicación intercultural y el conflicto Mapuche en Chile”, los medios de comunicación se han constituido en espacios de producción de los discursos hegemónicos de quienes ya tienen el poder o representar otros poderes legitimados en la sociedad chilena.

Si revisamos los titulares de la época encontraremos los siguientes epítetos:

Marco Ariel Antonieletti (muerto el 15 de noviembre). «Extremista prófugo recibió un disparo en la cabeza al resistir a su arresto…» (El Mercurio; 16-11-1990). “Poco mas de un día y medio le duro la aventura al extremista rescatado…» (La Cuarta; 17-11-1990). “fue descubierto su escondite siendo abatido en infernal balacera” (La Cuarta)

Alex Muñoz y Fabián Duque (muertos el 23 de enero de 1992). “Con Asaltantes Muertos Termino El Secuestro.» (El Mercurio; 23-02-1992). “Los secuestradores fueron abatidos…”, “Los dos Terroristas Salieron Disparando”. (El Mercurio; 23-02-1992).

: «No nos vamos a entregar. La decisión no es de este momento, sino de mucho antes… nos la vamos a jugar entera… Nuestra consigna es Hasta Vencer o Morir».

Como en todo enfrentamiento entre dos fuerzas en pugna, los muertos pertenecen a los dos bandos en confrontación. El rescate de Marco Ariel Antioletti produjo cuatro muertos, tres de ellos pertenecientes a Gendarmería y uno a Carabineros, y nuevamente la respuesta por parte de los aparatos de comunicación de masas hicieron su trabajo para demostrar en que vereda del enfrentamiento se encuentra ubicado dicho rescate, mientras en los primeros años de la naciente “democracia” -la cual era democracia ‘‘en la medida de lo posible’’ para los sicarios del capital-, los combatientes populares no recibieron ningún tipo de tregua: “Jaime Ravinet, pidió un minuto de silencio por todas las víctimas del terrorismo registrada en los últimos días y por la reconciliación entre los chilenos” (La Cuarta). Como si Chile antes del 11 de septiembre de 1973 hubiera sido un país conciliado.

Buscando las piezas que faltan para reconstruir el rompecabezas de la memoria.”

Por suerte, todavía no pierdo la capacidad de asombro descolgándome del bus. Seis de la mañana, el frío cercena hasta los huesos. Más que mal, sigo y seguiré siendo citadino.

Este es el paisaje que vio crecer al chico, ciertamente el paisaje es parte fundamental de la forma de entender el mundo y generar una cosmovisión de este. Por otro lado, está la familia, los amigos, los pares que forman el carácter y por consiguiente las decisiones de un hombre.

Entre los carros que funcionan vendiendo sopaipillas con merkén, pernil, el combustible necesario junto al café, el mate o el tecito, para empezar a desandar el día antes de llegar al yugo. La ciudad emprende temprano su deambular, los trabajadores rumbo al puerto de Coronel, los estibadores de San Vicente, los obreros forestales, la vida de los asalariados de la región más pobre de Chile. Que desglosados nos da: 160.000 indigentes (8,4%); una población pobre, pero no indigente (sutilezas aparte) de 371.000 personas (19,57%)… lo que nos da un porcentaje del 27.97% de la población que es igual a 571.000 de nuestros hermanos y hermanas viviendo bajo los estándares de pobreza. ¿Qué es según el Estado: “línea de pobreza”? Es el ingreso mínimo por persona para cubrir el costo de una canasta mínima individual, para la satisfacción de las necesidades alimentarias y no alimentarias.

Los hogares pobres son aquellos “cuyos ingresos no alcanzan para satisfacer las necesidades básicas de sus miembros ($43.712 percápita en zona urbana, y $29.473 per cápita en zona rural).”

571.000 vidas tratando de no morir de hambre, de frío, de pena…

Tanta miseria, las cabras adolescentes engañando la realidad en solvente, fumando pasta, arrendando el cuerpo desde chicas como estrategia de sobrevivencia. Los viejos intentando engañar los últimos días enterrados en el vino y la basura, morirán en la calle o en un derruido hospital público. La vida no fue sino tan solo el acto reflejo de respirar.

Esquivando la mirada del fallecer de la noche, aprestando la mirada para el nacimiento del día, la vista choca con el desarraigado, tapado tan solo con un par de viejas frazadas, como colchón en el pavimento, como techo el pórtico que en los días de fútbol funciona como caseta de venta de entradas. Falta poco para que llegue el invierno, y muchos de estos parias no verán la primavera, transformados en un número estadístico de los posibles indocumentados que nadie reclamará, ni siquiera para cobrar una deuda, ni un recuerdo, ni un beso…

No he perdido la capacidad de asombro: “a dios gracias», debiera decir. No he perdido la capacidad de conmoción, no he perdido la capacidad de turbación…

No he perdido la capacidad de amar, “a Natalia gracias” debiera decir…

Estas tierras forman parte de mi vida, de mis sueños, de algún amor ya enredado en el manojo del tiempo de un par (exacto) de amigos que yacen tres metros bajo tierra…

El que por lógica, (aunque el tiempo enseño que la muerte no la tiene) debía morir primero, no lo hizo. Yo creo que el viejo Campana murió de pena, de esa pena inmensa que fue la partida del Carlos, el que lo crió en los avatares poético e ideológico. ¿Cuántos de nosotros no aprendimos del viejo Campana? El viejo que militó con Miguel, ese del nombre de guerra, que vivió lo que fue Chacabuco y que aquí estaba como dirigente portuario siempre educando…

Algo le dio al cerebro, nadie me pudo explicar bien. Yo sé aunque nadie me crea, yo se que fue, que fue la pena, esa pena inmensa que fue saber la partida del Carlos.

Ambos sufrieron las analogías malsanas de la muerte en agonía; el viejo Campana por meses, el Mario una Hora y treinta más o menos, dicen… mientras se desangraba la vida, tres tiros tenía su cuerpo, y decía déjenme hermanitos hasta aquí no más llego yo… 

El viejo Dante, lo recuerdo, siempre lucido. Recuerdo las lunas sureñas de Nahuelbuta, tomando mate apegados al fogón, él decía;

 “La propuesta revolucionaria hoy
es sustancialmente una propuesta moral
Un cambio sustancial
en la manera de entender el mundo y al hombre.
Una nueva relación entre el hombre y la sociedad
libre de explotación, pobreza y marginalidad.
Una nueva relación entre el hombre y la naturaleza
fundada en el respeto a la biodiversidad y el ecosistema universal
un nuevo individuo y una nueva sociedad
fundada en el trabajo
el amor
el arte
en los sólidos valores de la solidaridad.”

Dante Campana, Dirigiendo una movilización de estibadores…

 

El prejuicio positivo me llevaba a pensar que el Carlos tenía una predisposición casi genética ser militante de una organización revolucionaria, y con mayor razón del MIR, con gran ascendencia en la VIII región. A tan brillante reflexión había llegado ya que su tío, Luciano Humberto Aedo Arias, que alcanzo a vivir un año más que Carlos, murió tal vez en circunstancias similares, con la salvedad de que él no tuvo posibilidad de defensa. Murió el 23 de agosto de 1984 producto de la política de aniquilamiento contra el MIR.

Pero la verdad ciertamente no suele ser tan simple ni producto de ecuaciones que siempre nos conducen a una reacción y un acto determinado (el imprevisible ser humano). Si tomamos en cuenta, según versión de amigos de la familia Aedo: “Los Aedo son una familia de 15 hermanos, de los cuales todavía la madre vive, el padre murió de Parkinson, en donde encuentras beatos, demócratas cristianos. Uno de los hermanos de Luciano es diácono, el tipo creyente de fe, etc.… no tiene nada que ver con su frente político, el mismo Luciano Aedo era de las juventudes comunistas y se hace mirista aquí en Concepción, fue dirigente del INSUCO, el vino a terminar la enseñanza media aquí en Concepción, renuncia a su partido y se hace mirista , el gobernador que teníamos aquí es hermano de Luciano …” (se refiere a la Ciudad de Concepción).

Si en algo tuvo incidencia la vida orgánica de su tío, fue en haber conocido el amor de pareja, ella se llama “Pamela”. Según relata un testigo del encuentro de sus miradas, fue más o menos así: “La compañera, el Carlos conoció a la Pamela, por que donde mataron a su tío, se hacia todos los años, se hace todavía un acto público, en memoria de Luciano es el 23 de agosto, entonces todos los años venían algunos de la familia, los miristas de la familia que eran cuatro, cuatro con él, dentro de esos cuatro venia Carlitos chiquitito, y ahí en el acto conoció a esta niña por que le pedíamos a ella corriente para la amplificación o agua para el café o cualquier cosa el baño. Ella vivía cerquita del lugar donde mataron a Luciano, ahí se conocieron, eran los dos muchachos, ella más jovencita parece que es, y se hicieron pareja…”

Mural realizado el año 2009 en Homenaje a Luciano Aedo en Huallpen Talcahuano.

Pamela.

Es difícil entender esto, la innegable realidad. La Claudia se sienta frente mío, revolotea por la sala, en los inicios de su vida la Esperanza, vestida de rosado y descubriendo el mundo…

Nadie había venido nunca a verme, tengo tantas preguntas y ninguna respuesta. Para el funeral del Carlos si habían 20 personas era mucho, en contraste con los cuarenta Ratis que estaban en el velorio. Lo único que quería era enterrarlo luego. Cuando lo trajeron, su cara estaba deformada, estaba feo, no quise ir a reconocerlo a la morgue, tuvo que ir su papá. El Carlos es el mayor de tres hermanos, lo único que quería era llevar a su hermana a Cuba, para un tratamiento ya que sufre de una parálisis al lado izquierdo, además es el mayor de los Primos Aedo.

La liebre le decían en el campo, porque era bueno para jugar a la pelota, además era del Colo- Colo. Repitió el cuarto medio así que no lo dejaron seguir jugando como castigo en su casa….

Yo soy sobrino de la Claudia. Una vez el Carlos me pilló una cortapluma, y me pegó un charchazo, me dijo que éramos pobres pero no pungas, el me enseñó muchas cosas desde abrocharme los zapatos y cosas de hombre…

Autor entrada: Convergencia Medios

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